Hay una brisa fresca afuera y algo que
quema y algo que explota también y en este año nuevo que dice que lo mejor de
todo está por suceder: se deja atrás todo lo irrelevante, las innumerables
oportunidades en las que nos obsesionamos con llegar a lugar(es) que nunca
existieron realmente, olvidas el grado de compromiso que habías establecido con
dichos objetivos porque para ser constante el grado de compromiso debe ser
definido claramente con nuestras prioridades de vida.
Normalmente tardas en reaccionar.
El fin de año es un periodo que sobrevives en
donde te sacudes de ti y de toda esa montaña rusa de eventos a la que nunca
escogiste subir: es desprenderse un poco de uno. Cierras capítulos. Decides que durante todo un año seguirás un
camino más piadoso y sobrio (aún estás a tiempo, te dices) y renuncias de un
modo indefinido a los placeres terrenales, aunque sabes que no puedes por
razones técnicas. Haces un balance del año que termina y comprendes que cada
día que pasa depende en gran medida de ti mismo y de la actitud con la que
enfrentas la vida y que tienes ciertamente muchas razones para estar feliz
(aunque no pudieras leer todo lo que querías ni la cantidad que esperabas y la
lista de pendientes esté por las nubes, no hay forma de bajarla).
Se muere el año y en ese punto y aparte es
la emoción de lo que viene. La poesía en su estado más sencillo y puro es saber
que la melancolía es una cosa para los coleccionistas de nostalgia (aún estás a
tiempo, te dices) aunque el pozo ya esté hecho y tenga agua, el tiempo (lo sabes) no cura nada, somos nosotros dentro de este los que decidimos colocar cada cosa
en su sitio y en su espacio y lugar. Lo
único constante en la vida es el cambio, como dijo Buda, aprender a vivir
con la consecuencia de convertirnos en los únicos protagonistas de nuestra
historia, mientras sabemos que el espacio tiempo es transitorio y que tal como
llega se nos va.
Estás viviendo los últimos días de un año.
Un año que muere y otro que está por vivir.
Tienes presente de que este año nuevo será
el primero del resto de tu vida.
Pronto te ha de recibir la puerta abierta
de la incertidumbre con la oportunidad inminente de corregir el rumbo. Quinientos
veinticuatro mil ciento sesenta minutos de no limitar los sueños, de ser feliz,
y de haber crecido un poco. En síntesis, hay mucho por hacer pero para cambiar
cualquier concepto basta con percatarse de que todo termina y que existen
palabras que te cambian diciendo lo mismo cuando son más tiernas, menos
dramáticas y cuando están centradas en el bien colectivo y el de uno mismo.
Acaba el año y en ese todo que se diluye ha
llegado la hora de soltar: lo que no te aporta, lo que te angustia, lo que no
te hace feliz, lo que no te deja dormir tranquilo. Ha llegado el momento
sublime de reeditar, que es el solo poder de dar nueva vida y de mutar de ser
necesario.
Sea o no Fin de Año nunca es mala la fecha
para analizar los desafíos y expresar con agradecimiento los momentos en los
que algo termina: decir de lo bueno lo que nos nutrió y de lo malo lo que nos
moldeó. Y aunque uno podría quedarse a vivir en todos los comienzos estamos
hechos de momentos, de cada días y de siempres, de silencios y de susurros
también y de miedos que hay que saber entender para comprenderlos y para aceptarlos
después y para luego dejarlos ir a la misma velocidad de un vértigo. Sea o no Fin de Año nunca es mala la fecha para contemplar francamente tu corazón sin ningún miedo a lo que puedas encontrar en él.
En pocos días brindaremos por nosotros en
ese nuestro único y verdadero abrazo sentido hacia uno mismo donde no corre el
aire jamás, seremos capaces de retomar con suficiente fuerza y voluntad todo
propósito y equilibrio.
Querido dos mil diecisiete: no terminamos
rotos ni incompletos y este libro que escribes es solo más malo o peor cuando no se escribe nada.
En pocos días comenzarás a reescribirte en fábulas e historias inventadas hasta
saciar eso que corre dentro de ti y eso que te hace ser quién eres y como decía Fitzgerald: Ni por un momento te desanimes porque tu historia no sea la mejor.
La vida, si sabes usarla, es larga, dijo Séneca en el siglo 1 d.C. y aunque vista desde lejos no lo
parezca solo se nos hará más corta si la vivimos tratando de cumplir
expectativas ajenas sin primero cubrir las nuestras.
Esto se acaba y ya estamos ansiosos
por arrancar. Es tiempo de reescribir para poder interpretar bien lo que se lee
y es tiempo de vivir para poder escribirlo mejor. Así que les deseo un feliz año nuevo y que cada día consigan estar donde sean felices sin esperar que ningún otro momento sea mejor.
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